lunes, 3 de noviembre de 2014

Festival Beefeater In-Edit 2014 (y II)



Perfecto cierre del In-Edit 2014, con tres documentales de diferente formato pero, cada uno en su estilo, igualmente brillantes.


Broken Song


Es un gran contraste, ver lo positivo y lo negativo de pequeño. Las luces y las sombras de la vida ¿sabes? Y tienes que escoger. Toda persona tiene conciencia para tomar su decisión, buena o mala.

La mezcla perfecta entre "The Commitments", un episodio de "Hermano Mayor" y cualquier película de Ken Loach. El Hip-Hop como el clavo ardiendo al que se agarran unos adolescentes que viven en un barrio degradado de Dublín; el último recurso para evitar la toxicomanía, la delincuencia, la cárcel o las tres cosas a la vez.





GI, Willa y Costello, los protagonistas: tres artistas callejeros, que han estado en la mierda y han vivido para contarlo. Mentores que cuidan de la autoestima de sus conciudadanos en el barrio y que tienen todo su respeto.

Un film sobrio, cero efectista y que conmueve sin necesidad de caer en paternalismos. Rodado con suma elegancia y de prodigiosa fotografía en blanco y negro, combinada con algunas secuencias en color (curiosamente nocturnas) que son el contrapunto, casi onírico, de una realidad muy chunga. Excelente película que me recuerda porqué me gusta tanto este festival y que demuestra que incluso del estiércol pueden nacer flores.



Johnny Winter: Down and Dirty


He tenido una buena vida. Me he podido dedicar a lo que más me gusta y me han pagado y me han amado por ello. ¿Qué más se puede pedir?

Este es el típico documental que ya sería atractivo de entrada y sin aditivos por la relevancia musical del personaje y su acumulación de vivencias: el mejor bluesman de raza blanca (con permiso de Stevie Ray Vaughan), actuó en Woodstock, fue estrella indiscutible durante los años 70 y se codeó con artistas de la talla de BB King, Jimmy Hendrix, Janis Joplin o Muddy Waters.





En este caso, además, el título da exactamente lo que promete: un Johnny Winter en crudo, con 70 años y pésima salud, pero lúcido, socarrón, sincero y de extraordinario sentido del humor. La secuencia inicial es toda una declaración de principios, Winter pincha el disco "King of the Delta Blues Singers", de Robert Johnson, empieza a sonar "Cross Road Blues": "Qué grande era este tío. He aprendido mucho de él. Los Cream hicieron una versión de esta tema, pero no era ni la mitad de bueno".

Aprovechando la gira de presentación de "Roots" (su último disco), el documental combina imágenes de su vida cotidiana en la carretera, con testimonios que le rinden homenaje (Dereck Trucks, Joe Perry, Billy Gibbons, etc.) y secuencias de archivo (Woodstock, sus apariciones en el Show de David Letterman, conciertos con Muddy Waters...). Con todo este material se va trazando su trayectoria musical y vital desde que era un niño en Beaumont (Texas) hasta pocos meses antes de su muerte.

Winter no se guarda nada: los problemas sociales derivados de su albinismo durante la niñez y adolescencia, la ascensión a la fama, sus adicciones diversas, el engaño al que le sometió su antiguo manager o su transtorno obsesivo-compulsivo, que da lugar a situaciones francamente divertidas. Hay momentos impagables: la hilarante cogorza en un club; la conversación con el dealer que les vendía cocaína a él y a su mujer; su versión de "Georgia on my mind" en un karaoke en Japón, que pone los pelos de punta, o cuando le revelan el truco de las cápsulas vacias. Otro momento impactante es cuando confiesa, refiriéndose a "Johnny Winter And Live": "es el disco que más he vendido y el que menos me gusta". Está claro que su primer y único amor siempre fue el Blues.

Una película desmitificadora, entrañable y divertida, muy bien montada y que sirve de perfecto epílogo a la carrera de un músico inolvidable y, al mismo tiempo, de homenaje a pioneros del blues como Robert Johnson, Elmore James, Howlin' Wolf o Lightnin Hopkins. Brindo por todos ellos. 



20.000 Days on Earth


¿Quieres aprender a escribir canciones? Contrapunto, el contrapunto es la clave. Dejas, no sé, a un niño y a un psicópata mongol en una habitación y esperas a ver qué pasa.

A partir de un esquema tipo "Un día en la vida de...", 20.000 days on earth propone una doble mirada sobre Nick Cave.  Dos mundos, el "real" y el de "ficción", que se van entrecruzando y que nos muestran las dos caras del cantante, la artística y la personal, a través de diferentes situaciones: con su terapeuta, con los profesionales que ordenan su archivo personal, con los Bad Seeds en el estudio, durante las sesiones de grabación de su último disco o mediante reflexiones en voz alta del propio Cave.



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El planteamiento es arriesgado y si bien en algunos momentos resulta insatisfactorio (las conversaciones con el terapeuta, por ejemplo, se hacen un poco plomizas) el film en su conjunto es espléndido. A ello contribuye el indudable magnetismo del australiano: su voz, su presencia y su carisma son hipnóticos. Destacar también algunos recursos narrativos, como las conversaciones imaginarias mientras conduce, a modo de flashbacks, con diferentes personajes, como Kylie Minogue o Blixa Bargeld; o los impactantes collages audiovisuales del inicio, en los títulos de crédito, y los que ilustran sus sensaciones durante el primer encuentro con Susie, la que ahora es su esposa.

Pero la guinda del pastel son las interesantes conversaciones con Warren Ellis, su colaborador desde hace muchos años y, sobre todo, la grabación en el estudio de "Higgs Boson Blues" y la interpretación final en directo de "Jubilee Street", de una intensidad y fuerza que traspasan la pantalla.

Un documental denso, muy cuidado visualmente, que va más allá del típico formato al uso en estos casos  y que ofrece interesantes reflexiones (la importancia de la memoria, la "domesticación" de canciones...) acerca de los procesos de creación. De ineludible visión.




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