Que el Punk americano no fue patrimonio exclusivo de la fría y arty New York es una cosa más o menos sabida, aunque hasta ahora poca gente se había dedicado a escribir sobre ello. Por eso es especialmente atractiva la obra de Spitz y Mullen, que vendría a ser la versión soleada de "Por favor, mátame", que narra, con todo lujo de detalles, la historia del nacimiento y eclosión del Punk en California. ¿Y por qué en California y no en cualquier otro lugar? Michael Des Barres nos descubre el secreto:
Los Ángeles era la Babilonia que buscábamos. Buscábamos un sitio para jugar y resultó estar aquí. Hay una razón sencilla para eso: el clima. ¡En Londres, a temperaturas bajo cero, es imposible ver a una chica corriendo por ahí con dos lentejuelas sobre los pezones y una pegatina de Silverhead cubriéndole el coño! La otra razón era que éste era el lugar del espíritu de Errol Flynn, la conciencia colectiva de Irving Thalberg, Clara Bow y Errol Flynn... Eso está aquí, en algún lugar entre los ladrillos, el mortero y el hormigón. Hollywood ha sido el lugar de nacimiento de la fantasía desde 1914. Está en el puto aire, es La Meca, el santo grial de la belleza, el imán que atrae a los pómulos adorables y a los culos bonitos. Le pones a eso tres acordes y lo cantas y tienes el puto rock, ¿sabes lo que quiero decir?
La estructura del libro es prácticamente calcada a la de su homónimo neoyorquino y recoge los testimonios orales de los protagonistas de la escena. Cambian los nombres y los lugares, pero la esencia es la misma: promotores, dueños de clubs, músicos, fans...
Aquí las dos figuras clave que posibilitan la explosión de la escena son Kim Fowley y Rodney Bingenheimer. El primero (todo un personaje) en su papel de manager y "descubridor" de talentos y el segundo en su labor de promoción en la London Disco, el club sin el cual no se entendería el Punk angelino.
Uno de los principales méritos de Fowley fue la creación de las Runaways, que pueden considerarse el grupo protopunk por antonomasia y una de las fuentes de inspiración para muchos grupos californianos. No tanto por su sonido, sino por su imagen y por el hecho de ser capaces de subir a un escenario sin ser músicos experimentados, en una actitud que anticipaba el Do It Yourself característico del Punk.
De hecho la influencia de las Runaways, junto con el movimiento Glam (que tuvo un especial impacto en L.A.), Jim Morrison (un Punk avant la lettre) y los inevitables The Stooges forman el embrión de lo que sería el movimiento Punk en California.
Aunque si hay una figura especialmente relevante es la de Darby Crash, el que fuera cantante de los Germs, un tipo contradictorio, atormentado, magnético y, por lo visto, bastante cabrón. De hecho buena parte del libro gira alrededor de su figura, que actuó como catalizadora de una escena de la que surgieron grupos como The Weirdos, The Zeros o The Screamers, entre muchos otros.
Quizá uno de los aspectos más interesantes del libro es ver la escisión que se produjo en el movimiento a lo largo de los años, que derivó hacia otros estilos como el Power Pop, con The Plimsouls como principales exponentes; la New Wawe con las Go Go's; el rock más "tradicional" de The Gun Club y que también, finalmente, posibilitó el nacimiento de los Black Flag y el Hardcore, que acabó culminando en la creación de Epitaph Records.
Libro muy interesante, de lectura absorbente e imprescindible para todos los aficionados al Rock y al Punk.
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