domingo, 30 de mayo de 2010

El final de "Lost": ¿Genialidad o tomadura de pelo?

 
Si hay una serie destinada a marcar un hito en la cultura Pop ésta es, sin duda, "Lost": nunca un producto televisivo había hecho correr tantos ríos de tinta ni había tenido tanto impacto en la red, impacto que, dicho sea de paso, ha sido hábilmente explotado por los creadores y guionistas de la serie.

Ya se sabía que el final de "Lost", largamente esperado después de seis apasionantes temporadas (bueno, dejémoslo en cinco), iba a ser polémico y que difícilmente iba a contentar a todo el mundo pero lo cierto es que la realidad ha superado todas las expectativas y las opiniones sobre el último episodio se han polarizado de tal manera que mi amigo Lluís hablaba el otro día de "Guerra civil lostie".

El foro oficial de la serie en España, Lostzilla (cuyos creadores han hecho un trabajo impresionante durante 6 años y ante los que me quito el sombrero) echa humo desde hace días entre partidarios entusiastas del final, a los que llamaremos "hombres de fe" y detractores implacables, "hombres de ciencia", que lo consideran poco menos que una estafa. Los primeros acusan a los segundos de no haber captado el sentido profundo de la serie y que no es cuestión de "entender", sino de "creer"; mientras que los segundos consideran a los primeros un hatajo de fanáticos acríticos incapaces de hablar mal de su serie favorita y de tragar con cualquier cosa, por infumable que sea. 

Bueno, después de 6 años de seguir la serie a ritmo americano y de convertirme en fan acérrimo, me toca elegir bando, allá voy: me alineo con los "hombres de ciencia" y voy a tratar de explicar el porqué. Cualquier producto de ficción, ya sea película, novela, serie de TV, etc. tiene una premisa previa: la llamada "suspensión temporal de la incredulidad". En este sentido recuerdo una anécdota bastante ilustrativa que me comentó una conocida mía, de profesión guionista, que se enfadó porque mientras estaba viendo la película "Tigre y Dragón" unos adolescentes sentados detrás suyo no paraban de carcajearse viendo las sorprendentes habilidades psicomotrices de sus protagonistas orientales. "Se puede saber qué coño os hace tanta gracia?" Les espetó con bastante mala baba, "Es que los chinos no vuelan", le contestaron, y ella, en una defensa encarnizada de su gremio, replicó: "¡Pues en ESTA película, los chinos vuelan!". Dicho de otra manera: el espectador acepta entrar en el juego que propone el escritor/guionista y se va a dejar sorprender, despistar y estará dispuesto a perseguir las zanahorias que le pongan delante; a cambio el autor ha de respetar sus propias normas, no hacer "trampas" y, por disparatada que pueda parecer su propuesta, debe mantener la coherencia interna de la trama.

Pues justamente esto es lo que no ha hecho el equipo creativo de "Lost", que ha acabado dejando con el culo al aire a su propia criatura y, después, de cinco temporadas de introducir enigmas apasionantes y de ir dejando caer multitud de referencias filosóficas, literarias, mitológicas y científicas, que se suponia iban a ser relevantes, se ha salido por la tangente y ha rematado la serie con un final facilón, azucarado y para nada acorde con su desarrollo. De acuerdo que atar todos los cabos sueltos durante seis años era casi imposible; vale que a veces hay que improvisar debido a imponderables (actores que no quieren continuar, niños que crecen, etc.); puedo comprender que las cadenas y las productoras tengan su propia lógica de funcionamiento, a veces ajena a criterios "artísticos"; estaría también dispuesto a aceptar que no siempre hay que explicarlo todo, pero lo que no cuela es que una serie que ha utilizado de manera muy innovadora multitud de recursos narrativos (flashbacks, flashforwards, paradojas temporales, etc.) y ofrecido un tratamiento de personajes casi ejemplar, opte por la música melodramática, la lágrima fácil y un misticismo de "todo a 100" para culminar su aventura.

"Es que, en el fondo, Lost es una serie de personajes y el episodio final cierra a la perfección su historia". Ya, pero ¿Qué pasa con el personaje principal, la propia isla? ¿Es simplemente una especie de bañera de agua pseudobendita a la que se le puede quitar y poner el tapón del desagüe? Lo siento pero no trago. Y me cabrea más todavía que Damon Lindelof y Carlton Cuse, los responsables de la serie, se dediquen a dar explicaciones peregrinas y a justificarse en vez de admitir abiertamente que no tenían ni puta idea de como salir del berenjenal en el que se habían metido. Claro que, si hubieran hecho eso, en estos momentos estarían embreados, emplumados y abandonados en las afueras de algún pueblo del Midwest americano.

Con todo he de confesar que he disfrutado enormemente con "Lost", que con el tiempo se convertirá en una serie legendaria pese a su, en general, mediocre sexta temporada. Y a pesar de todos los pesares he de admitir que el último episodio tuvo momentos conmovedores: después de tanto tiempo uno le toma cariño a los personajes y nadie es inmune a la música melodramática, la lágrima fácil y el misticismo de "todo a 100". Si es que en el fondo soy un flojo.

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