jueves, 7 de agosto de 2014

Otis Redding - Dreams to Remember





































Otis era un rayo de luz. Su entusiasmo y sus niveles de energía... Te pedía cosas que no sabías que pudieras hacer o que nunca se te hubiesen ocurrido. Fue una gran influencia, con él era todo muy divertido... He trabajado con los mejores pero nunca habrá nadie como Otis.
- Steve Crooper -


"Dreams to Remember, The Legacy of Otis Redding" es un documental dedicado a la figura de uno de los intérpretes y compositores más originales e influyentes del Soul. Conducida por Wayne Jackson y Steve Crooper (trompetista y guitarra respectivamente de los Mar-Keys y de Booker T. and MG's, los legendarios grupos de estudio con los que grababan los artistas del sello Stax), Jim Stewart (productor y co-fundador de Stax) y la viuda de Redding, Zelma, la película narra su, breve, trayectoria, desde sus inicios en su Georgia natal hasta su prematura desaparición, a los 26 años, en un accidente de aviación.

Como tantos otros artistas negros, Redding empezó cantando en la iglesia (era hijo de un pastor), aunque pronto se pasó al R&B, para disgusto de su padre. Habitual de los "Talent Shows" de fin de semana, cuentan que no le dejaron participar más después de haber ganado uno 15 veces seguidas.

La irrupción de Redding en el Show Business ocurrió, casi una constante en la historia de la música, por casualidad: trabajando de chófer para Johnny Jenkins (también formaba parte de su banda, los Pinetoppers), le tocó llevarlo a una sesión en Stax. Una vez ahí no paró de taladrar a Al Jackson (el batería de Booker T.) para que le dejaran cantar una canción. Este, harto ya de la chapa que estaba recibiendo, cuando terminó la sesión le suplicó a Steve Crooper que escuchara al chófer para quitárselo de encima. Crooper accedió, resignado y se sentó al piano a tocar los acordes "de iglesia" que le pidió Redding. El propio Crooper cuenta que se le puso la piel de gallina con esa canción, "These Arms of Mine", y que fue corriendo a avisar a Jim Stewart para que fuera a escucharlo. Ese fue el primer tema que grabó para Stax, en 1962.

El ascenso a la fama de Redding fue lento pero seguro: metido en una dinámica de gira constante, aprovechaba los días libres para acercarse a Stax y grabar nuevos temas con Steve Crooper, convertido ya en su colaborador inseparable. Eso hacía que tuvieran que componer a toda velocidad en una habitación de hotel y a veces no pudieran completar la letra de algunas canciones, como es el caso de "Can't Turn You Loose", un tema casi, involuntariamente, instrumental.

Tanto Crooper como Jackson destacan el talento natural de Redding, un arreglista de metales nato, los cuales colocaba de manera intuitiva siempre en el sitio y momento justo, tarareando las melodías que quería; es el caso de "Fa Fa Fa Fa Fa (Sad Song)", que debe su nombre a las onomatopeyas del cantante dirigiéndose a la sección de metal en el estudio.

Gran improvisador, a veces los músicos tenían dificultades para seguirle en las intros o los finales de canción a causa de su creatividad. Su mujer comenta en un momento del documental que, viendo filmaciones de archivo, veía como tenía dificultades para sincronizar los labios durante los play-back: nunca cantaba una canción de la misma manera. Asimismo, a pesar de ser un grandísimo frontman, Redding no se caracterizaba por ser un gran bailarín, lo que unido a su tamaño (era muy alto), hacía que sus performances en el escenario fueran bastante singulares

Su actuación en el Monterey Pop Festival, en 1967, representó su definitivo ascenso a la fama, su particular conquista del Oeste gracias a un explosivo concierto que le abrió las puertas de las audiencias masivas.



Por desgracia no pudo disfrutar demasiado de ese momento: seis meses después falleció en un accidente de avión mientras se dirigía a un concierto en Wisconsin. Por esos caprichos del destino, poco antes de morir grabó "(Sittin' on) The Dock of the Bay", publicado a principios de 1968, el que sería su primer y último número uno en las listas americanas.

Lo que queda claro en el documental es que Redding, ademas de un artista excepcional, era una bellísima persona: si bien en este tipo de filmes es habitual que los protagonistas queden en muy buen lugar, la actitud de todos los participantes (Crooper, Jackson, su mujer y su hija) y, sobre todo, la de un Jim Stewart al borde del llanto recordando la última vez que lo vio, casi cincuenta años atrás, dejan poco lugar para la duda.

Una película sencilla y emotiva, con material de archivo bastante vistoso y que además incluye un extra donde Crooper y Jackson cuentan detalles de las grabaciones y de algunos trucos que utilizaban durante las sesiones. Un perfecto homenaje a una artista que continúa siendo una referencia musical de primera línea, la mezcla ideal entre la suavidad de Sam Cooke y la rudeza de Little Richard. 





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