martes, 8 de noviembre de 2011

"High on Hope": Bailad, bailad, malditos


Más del Beefeater In-Edit: la semana pasada se volvió a proyectar en el marco del festival el Documental High on Hope, de Piers Sanderson, que fue uno de los ganadores de la edición del 2010. Se trata de un film ejemplar, que muestra el nacimiento, auge y caida de la cultura Rave en Inglaterra,  un fenómeno surgido de manera casi espontánea y de caire transgresor que, por su misma naturaleza, estaba condenado a no durar.

Estamos en 1989, en pleno Thatcherismo y las una vez prósperas regiones industriales del norte del país se encuentran sumidas en una profunda crisis económica y social, con altísimas tasas de paro y escasas perspectivas de futuro para los jóvenes, casi una fotocopia de la situación actual.



En este entorno, cuatro locos sin dinero, hartos de no poder entrar en los carísimos clubes de moda de Blackburn, que exigían chaqueta y corbata, deciden montar sus propias fiestas. Sin ninguna experiencia previa pero echándole mucho morro, tiran del Do it Yourself y empiezan a alquilar equipos de luz y sonido y a “okupar” naves industriales abandonadas.

Narrado en primera persona por sus protagonistas directos, High on Hope es un documento fresco, original (impagables algunas de las animaciones caseras que ilustran algunos momentos) y muy divertido. A pesar del espíritu lúdico del film, los testimonios que tejen el hilo de la historia, como Tommy y Tony (dos de los principales organizadores) o los participantes habituales de las Raves (hoy padres de familia) ilustran el profundo impacto que tuvo el movimiento sobre la gente de la zona que, más de veinte años después, lo recuerda de manera muy vivida.

Al principio éramos unos trescientos, luego más de mil y, al cabo de dos meses, había más de 10.000 personas dentro de las naves y otras miles esperando en la cola para entrar.

La popularidad de las Raves creció de tal manera que empezaron a ser portada habitual de periódicos y noticiarios (que hablaban de bacanales de drogas y violencia) y objeto de encendidos debates parlamentarios. Los políticos, que empezaron a percibir el fenómeno como una amenaza de revolución social, decidieron acabar con aquello y la presión policial aumentó drásticamente: lo que al principio parecía un entretenimiento poco problemático, se convirtió en un peligroso juego del gato y el ratón, con los organizadores jugándose el tipo, esquivando a la policía y ocultando hasta el último momento el lugar donde se celebraría la siguiente Rave.

A pesar del tratamiento sensacionalista de la prensa, el sentimiento unánime de los testimonios habla de un ambiente de hermandad y buen rollo, casi de comunión, que fue capaz de romper la característica rigidez social británica y de cambiar una manera de divertirse tradicionalmente centrada en el alcohol y la violencia.

Por primera vez en Inglaterra, ya no importaba de dónde venías, no importaba de qué raza o de qué clase social eras, estábamos todos ahí para bailar y para pasarlo bien. Se respiraba un aire de fraternidad, la gente era amable y chicos y chicas se divertían juntos, cosa que antes no pasaba. Creo que todo eso me marcó como persona y cambió mi vida y mi manera de ver las cosas.

Finalmente, el tirón popular de las Raves acabó siendo su perdición: las actuaciones de los antidisturbios, presionados por la opinión pública y el gobierno, se hicieron más frecuentes  y Tommy y Tony acabaron en la cárcel. Aunque los cargos contra ellos eran de los más endeble y terminaron absueltos tiempo después, nada volvió a ser lo mismo.

Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención es que, a pesar de que siempre se han asociado las Raves con el consumo de MDMA (éxtasis), en ningún momento del documental se comenta esta cuestión, es más, Tommy presume de no tomar ni drogas ni alcohol y, en una aparición en un debate televisivo (que se puede ver en el tráiler) pronuncia la frase que da título al documental: I don’t need anything, I’m high on hope; estoy borracho de esperanza.

Documental a reivindicar, como lo hicimos todos los asistentes con una ovación que pocas veces he visto en una sala de cine.

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