sábado, 10 de octubre de 2009

"El arte de volar": La memoria de la derrota


Mi padre se suicidó el 4 de mayo de 2001. Nadie sabe cómo un hombre de su edad y en su estado pudo burlar los controles de vigilancia, subir hasta la cuarta planta, encaramarse a una ventana y arrojarse al vacío. Yo sí sé cómo lo hizo. Soy el único que puede saber cómo lo hizo porque, aunque no estaba allí, estaba en él. Siempre he estado en él porque un padre está hecho de sus hijos posibles y yo soy el único hijo que le fue posible a mi padre. Desciendo de mi padre, soy su prolongación y, cuando todavía no había nacido ya participaba, como potencial genético, de todo lo que le ocurría. Por eso sé cómo murió y también cómo vivió. Me contó muchas veces sus peripecias incluso, para paliar los primeros síntomas de la depresión, le insistí en que las escribiera. Dejó doscientas cincuenta cuartillas de letra apretada y rebosante de recuerdos. Pero lo que sé de él no es por haberlo oído o leído, lo que sé de su vida es porque, como he dicho, yo estaba en él o, quizá, era él y ahora, una vez muerto, él está en mí. Así que puedo contar su vida con la verdad de sus testimonios y la emoción de una sangre que aún corre por mis venas. De hecho voy a contar la vida de mi padre con sus ojos pero desde mi perspectiva. Puedo por lo tanto asegurar que fue así como se suicidó. Puedo igualmente asegurar que, aunque parecieran unos pocos segundos, mi padre tardó noventa años en caer de la cuarta planta.

Así empieza “El arte de volar”, precedida por un sentido y excelente prólogo de Antonio Martín, la obra de Antonio Altarriba (guionista) y Kim (dibujante), dos artistas en estado de gracia que han parido un cómic que se ha convertido desde ya en un referente futuro del género en este país y clarísimo candidato, por clamor popular, a obtener el Premio Nacional del Cómic de 2009.

Estamos ante una obra conmovedora y emocionante que, por momentos, me ha hecho saltar las lágrimas y que narra la Vida de Antonio Altarriba Lope, desde su nacimiento en Peñaflor, un pueblecito de Aragón, hasta su muerte en Logroño. Su historia es la historia de toda una generación de idealistas derrotados, que lucharon por cambiar el mundo y perdieron, que vivieron la miseria económica y moral de la postguerra, que tuvieron que renunciar a su dignidad para sobrevivir y que se vieron obligados a traicionar sus principios, a soportar un durísimo exilio interior, para acabar convertidos en aquello contra lo que estuvieron combatiendo.

Crudo y descarnado, aunque no exento tampoco de ternura y humor, “El arte de volar” es un prodigio de eficacia narrativa. A partir de un simbólico leit motiv (dos alianzas: una de sangre y otra de plomo) el relato se estructura a través de una introducción y cuatro partes (que corresponden a cada una de las plantas que va recorriendo el cuerpo de Antonio Altarriba Lope en su caída). La primera narra los primeros años del protagonista en el pueblo hasta su huida a la ciudad, escapando de un ambiente de miseria y asfixia existencial. La segunda, la más extensa, describe los prolegómenos de la guerra civil, su desarrollo y el posterior exilio en Francia. La tercera cuenta la vuelta de Altarriba a una España dominada por el miedo, corrupta y estraperlista. Y, finalmente, la cuarta se centra en los últimos años del protagonista, que transcurren en una residencia para ancianos, hasta que toma la decisión de quitarse la vida.

El trabajo de Kim es impecable. Acostumbrados al registro de trazo grueso de su “Martínez el Facha”, que publica en el semanario “El Jueves”, su grafismo es sutil y elegante y su composición de viñetas se integra perfectamente en el texto. Son especialmente brillantes las escenas oníricas y las de las alucinaciones que sufre Altarriba a causa de la medicación contra la depresión, que llegan a resultar estremecedoras.

Y si el capítulo gráfico es excelente, el guión, emotivo y extraordinariamente bien escrito, roza la perfección. Aunque supongo que para Antonio Altarriba debió ser una experiencia muy dura y amarga (aunque catártica) poner negro sobre blanco la historia de su padre, no se me ocurre mejor homenaje para él, y por extensión para toda una generación, que legar a la posteridad un trabajo de este calibre.

En resumidas cuentas: una obra imprescindible que muchos comparan, sin un ápice de exageración, con el “Maus” de Art Spiegelman. No deben dejarla escapar bajo ningún concepto.


Altarriba, Antonio y Kim. El arte de volar. Edicions de Ponent. Alicante, 2009

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